Mintz, Frank

El proletariado militante de LORENZO, Anselmo

EspañaBAKUNIN, Mihail Aleksandrovič (1814-1876)AIT (Asociación Internacional de Trabajadores)España : siglo 19LORENZO, AnselmoMINTZ, Frank (1941-....) ; pseud. Martin ZEMLIAK, Israël RENOV

Madrid, Alianza, 1974, 490 pp. [Prólogo y notas de Älvarez Junco; la mejor edición disponible]
Escrito en 1900 y publicado al año siguiente para el tomo primero, y 1910 para el segundo y desgraciadamente editado sólo en 1923, este libro de uno de los protagonistas más importantes de los orígenes del anarquismo, aclara este periodo mejor de lo que hicieron la mayoría de los historiadores.
Doy largas citas del pensamiento de Lorenzo porque me parece el máz capaz y el más apto para enjuiciar los acontecimientos. Se notará su severidad, pero al mismo tiempo su maravillosa franqueza, su inmensa preocupación por la verdad, la probidad que le autoriza a criticar y construir a la par. El único reproche que se le puede dirigir es ser demasiado severo, pero Lorenzo escribía tras su salida de la cárcel, entre las huelgas de 1902 y las de 1909 en Barcelona. Era viejo y sentía que su juventud fue malograda por errores organizacionales y no lo podía perdonar.
Se observa que el mismo Lorenzo saca conclusiones sobre los orígenes del anarquismo en España y sus dificultades organizacionales. Se tiene que agregar que incluso hoy día se van repitiendo errores parecidos.
La escision entre bakuninistas y marxistas . Lorenzo fue el único internacionalista que se negó a tomar partido. Asqueado, dimitió en 1872, saliendo para Francia y volvió en 1874. Tomó contacto con sus amigos, pero en 1881 quedó expulsado de la Federación Regional Española, víctima de la animadversión de sus ex compañeros. Se llegó a tratar de que le despidieran de su trabajo (tipógrafo), sin contar otros episodios, como el del antiguo compañero escupiendo al cruzarse con él por la calle. Pese a todo, Lorenzo mantiene siempre un tono ecuánime y objetivo.
"Los que siguieron a Bakounine, distaban mucho por lo general de elevarse a su concepto de la libertad. Bien pude observarlo en las reuniones de las secciones de la Alianza Socialista en Madrid, Valencia y Barcelona, donde los aliancistas practicaban ia propaganda por la imposición hábil más que por la persuasión y la convicción ilustrada.
Ante unos y otros, los trabajadores, con su ignorancia sistemática y con su consiguiente falta de voluntad y energía, permanecían nuestros en constante atonía o se apasionaban por el sugestionador que tenían más a mano, y pocos eran los que podian contarse en el número de aquellos trabajadores mismos de quienes el programa de principios sustentado por La Internacional, hacía depender la emancipación del proletariado." (p.290-291)
"Durante el corto período de dos meses que permanecí en Valencia como individuo del Consejo federal sufrí mucho. Mis compañeros me miraban con desconfianza; mi correspondencia particular con los compañeros de Madrid que conmigo habían formado el Consejo federal de Madrid les inquietaba, y llegaron a abrir alguna carta mía antes de entregármela pretextando que la habían abierto por equivocación.
El asunto del Consejo general había llegado a obsesionar a mis compañeros: constantemente se hablaba de ello, y sospechando que yo era en el Consejo una especie de espía al servicio de Lafargue, me proponían problemas y me preparaban el tema de manera que me viera obligado a hacer declaraciones que me comprometieran .
Lo notable del caso era que en la guerra emprendida contra el Consejo general no se seguían las reglas de la más severa lógica, porque si autoritario era aquel Consejo, excesivamente reglamentario era el Consejo español, lo que venía a ser un autoritario de distinta forma." (p.193)
"No éramos mandatarios de una organización obrera que procediera verdadera y rigurosamente de abajo arriba, sino de unos teóricos de entendimiento superior que imponían sus teorías desde la cúspide de su superioridad, de origen privilegiado, y que era seguida por acatamiento a una moda radical. Marx y sus sectarios, Bakounine y los suyos, los de La Emancipación , por una parte, y los de la Alianza y el Consejo federal por otra, no reconocían, por más que lo proclamaran constantemente, que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, sino que obraban como si los trabajadores, como menores incapacitados, hubieran de ser emancipados involuntariamente, sin sentir previo deseo." (p.311)
Sobre la organización de la Federación Regional Española :
"Si la ingenua franqueza hubiera sido posible; si mis compañeros hubieran dicho lo que pensaban de mí y yo lo que pensaba de ellos, hubiera sido tanto como declarar que la Asociación Internacional de los Trabajadores no existía aún, y que aquella agrupación obrera tan esplendorosa y potente al parecer, en aquellos momentos, que alentaba las esperanzas de los desheredados y suscitaba el miedo de los privilegiados, carecía de existencia, era una ficción sin base positiva. Los compañeros de quienes me separaba, jóvenes entusiastas, tenían fe en las teorías que aceptaban; también yo tenía esa fe, pero necesitaba que de la misma participaran los trabajadores que entraban a formar parte de la organización y que se extendiera al proletariado en general. No me bastaba un credo; necesitaba un programa en cuya realización concordara la totalidad del conocimiento. de la energía y de la voluntad de cada uno de los individuos que integraban la totalidad del pueblo trabajador." (p.311-312)
"La Federación Regional Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores constituía un organismo asombroso en teoría; pero en la práctica dio escasos resultados. Obra en su mayor parte de estudiantes jóvenes burgueses relacionados con los trabajadores asociados de Barcelona y miembros activos de la Alianza de la Democracia Socialista, forjaron una organización que era como un mecanismo perfecto al que no llegaba la mentalidad ni las costumbres de los trabajadores españoles en general.
Aquella organización tenía pretensiones de científica, pero en realidad era artificial, sólo practicable y útil a condición de llenar cumplidamente cada una de sus condiciones de existencia; pero como esas condiciones no podían cumplirlas el gran número de obreros que habían de trabajar en sus comisiones técnicas y revolucionarias, de administración, de correspondencia de estadística, de propaganda en las federaciones, uniones de oficios y uniones de oficios símiles, locales, comarcales y regionales: como además se sometían las huelgas al cálculo y al expediente de aprobación de entidades de orden superior, resultando excluido todo movimiento rápido y espontáneo cuya necesidad se ofrece frecuentemente, y como además era necesario acumular los céntimos de las cuotas hasta constituir capitales que permitieran luchar contra los capitalistas, llegó a faltar siempre alguna pieza al engranaje del mecanismo y jamás pudo funcionar con la regularidad que concibieron sus autores, (....)" (p.296)
Al leer dichas críticas parece que la principal tarea era la organización de huelgas . Pero como se quería, para reunir las máximas condiciones de éxito, organizar movimientos a escala nacional con cajas de resistencia bastante llenas, se llegó a montar un sistema selectivo de las huelgas.Lorenzo explica que una solicitud de huelga dentro de la federación pasaba por cinco trámites que empleaban por
"lo menos seis u ocho semanas para la traslación, estudio y elaboración de los informes, en el supuesto de una actividad constante y en unas oficinas donde todos los funcionarios estuvieran en su puesto y cumplieran matemáticamente con su obligación [y] habrían de agregarse unos días más para el correo." (p.300) "Y suponía pues un organismo con un total de 7.286 trabajadores aptos para desempeñar con inteligencia y actividad los trabajos que requería aquel modo de practicar la resistencia al capital." (p.301)
Y en aquel entonces, dejando aparte la tasa elevada de analfabetismo entre los trabajadores (entre el 60% mínimo -como en 1936- y un 85%) la semana laboral era de seis días con unos 10-12 horas de trabajo al día.
Las conclusiones de Anselmo Lorenzo -publicadas en 1923- merecen citarse para comentarlas brevemente.
"Resulta verdaderamente pueril la idea de dirigirse resuelta y di- rectamente a la Revolución Social, como cosa sencilla y fácilmente asequible, contando con medios tan escasos que ni alcanzaban para las atenciones de la vida ordinaria.
Hemos visto por una circular de la Comisión Federal antes inserta, que para enviar representación al Congreso internacional, sólo se había recaudado la mitad, y una organización que cotizaba céntimos en tan corta cantidad y tan cuesta arriba, hablaba de dominar en las ciudades, de romper el lazo nacional, de proclamar y practicar la propiedad colectiva, de propagar la rebeldía en todas las naciones.
Ignorancia proletaria, consecuencia de la tradicional creencia en el milagro, desconocimiento absoluto de la evolución histórica; he ahí las causas de tal puerilidad, las cuales, obrando con la inevitable fatalidad de tales causas, habían de producir indefectiblemente, tales efectos. Inútil es, pues, lamentar el tiempo perdido y los fracasos y los desengaños naturalmente sufridos. Lo único que puede hacerse es aprovechar la experiencia y proceder con mayor discernimiento." (p.367)
"Entusiasta por el ideal ante la elocuente a la par que sencilla y sugestiva demostración de Fanelli, parecíame que todos los trabajadores habían de sentir y comprender con igual rapidez e intensidad y cuando no, adoptando la máxima el fin justifica los medios, que todo el mundo profesa en mayor o menor escala, aunque hipócritamente se niegue por rehuir concomitancias con el antipático jesuitismo, por bueno tenía empujar dando a la ficción la apariencia de la realidad. Y empujé, junto con mis compañeros de la Alianza, hasta constituir una federación de federaciones que asustó a gobernantes ricos y aspirantes a serlo, y que en realidad era un castillo de naipes sin la menor solidez, que había de derrumbarse, como se derrumbó, ante el menor choque autoritario, no quedando de todo ello más realidad que los individuos convencidos y aun los fanáticos mientras les durase la cuerda y no viniera el esceptismo a desvanecer las ilusiones.
¿Qué sabía yo entonces de la influencia regresiva del atavismo ni de la lentitud progresiva de la evolución? ¿Quién pudiera culparme, ni a otros compañeros trabajadores aliancistas de que creyéramos sobreponernos al atavismo y a la evolución con actos de ilusorio radicalismo, cuando en el absurdo nos acompañaban y hasta se nos anticipaban hombres de privilegio que estudian en la Universidad y poseían títulos y grados académicos?
Hoy considero que las afirmaciones que haga o que hagan en nombre de una entidad grande o pequeña, llámese sociedad, asociación, liga, partido, masa, multitud, sólo tienen valor positivo según se aproximen a radicar en todos y en cada uno de los individuos que componen la corporación de que se trate. Un programa, un manifiesto, una manifestación, las conclusiones de un mitin, una votación, una sonada, aunque por su importancia material tenga carácter de revolución, nada significan si su interpretación corre exclusivamente a cargo de sus inspiradores y directores habiéndola de acatar el mismo pueblo a quien se pretende beneficiar.
¡Cuánto más beneficioso hubiera sido que, en vez de arrancar acuerdos y soluciones por sorpresa, se hubiera propuesto la Alianza una obra de educación y de instrucción, encaminada a obtener acuerdos y soluciones como sumas de voluntades conscientes! "(p.418-419)
Suelen escribir y decir los historiadores del socialismo en España que aquí no hubo creadores sino repetidores de las doctrinas de fuera, con la excepción de Ricardo Mella. Anselmo Lorenzo demuestra lo contrario no sólo por ser capaz de analizar y presentar enseñanzas, sino porque nos brinda una conducta cotidiana de cara al militantismo, muchos decenios antes del derrumbe de los totalitarismos. No sólo los filósofos tipo Heidegger, Sartre o Camus hubieran podido inspirarse en aquellos párrafos, antes tuvieran que haberse empapado de ellos cuantos faístas y treintistas, y otros ministros anarcosindicalistas brotaron en los años 30 , sin hablar de los que sabotearon la CNT a fines de los 70.
(Noir & Rouge N°27, 1964)
Frank MINTZ