A propósito de un prólogo
GÓMEZ, Freddy. "La segunda muerte de José Peirats"
PEIRATS, José (1908-....). Sindicalista.- Periodista.- EscritorGÓMEZ, FreddyJOSÉ PEIRATS (1908-1989), que
fue ladrillero y periodista obrero antes de convertirse en uno de los mejores
especialistas del anarquismo español, se le ha citado a menudo en las columnas
de À contretemps, y lo hemos hecho
como mínimo por dos motivos. El primero, porque, durante los años 1930, su
existencia militante le colocó, como redactor que fue de
normal'>Solidaridad Obrera, en el meollo de una « gimnástica
revolucionaria » que desembocaría, en julio del 36, en un proceso
revolucionario de una amplitud sin igual. Esta revolución, que sigue
alimentando –pero también cuestionando– el imaginario libertario,
Peirats la vio amanecer, y luego, presa de una infernal lógica de guerra,
apagarse inexorablemente. El segundo (motivo), porque decidió hacerse él mismo
su escrupuloso historiador al producir, en los años 1950, una obra crítica de
una enorme calidad analítica y documental –
normal'>La CNT en la Revolución española [
ftn1' href="#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[1]]–,
de un alcance decisivo para la época. La rectitud sin fallos de la que hizo
gala cuando la CNT faltó, en diversos momentos de su historia, contra los
principios fundamentales que la regían, y el rigor intelectual con el cual
intentó comprender las causas de esas desviaciones convierten a Peirats en uno
de los personajes más singulares, y sin lugar a dudas uno de los más dignos de
elogios, de una generación militante hoy desaparecida.
Visto
el interés que nos tomamos por Peirats, el anuncio de la publicación de sus <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Memorias se nos antojó una excelentísima
noticia, ya que esta edición se esperaba desde hacía ya mucho tiempo. En
efecto, escrito en su mayoría en 1974 y 1975, este largo texto autobiográfico
–de unas 1.300 páginas dactilografiadas– se topó al principio de
los años 1980 con las imposiciones de algunos mercaderes de libros, entre ellos
Planeta, los cuales se declararon deseosos de publicarlo pero amputándolo, para
hacer entrar de fuerza los recuerdos del autor relativos a su niñez, a su
adolescencia y a sus experiencias vividas de la época de anteguerra por el aro
de ese tipo de producciones memorialísticas. Peirats, que podía ser muy
cabezudo, se negó obstinadamente a semejantes cortes, prefiriendo con mucho que
no salieran sus Memorias antes que se
publicaran truncadas. Por eso rogó a su representante ante los editores, su
amigo el historiador y sociólogo uruguayo Carlos Rama, que rechazara cualquier
oferta de esa calaña. Para él, era o todo o nada. Por consiguiente, a falta de
un editor digno de tal nombre, todo se redujo a la nada. Desde entonces, la
única huella que teníamos de esas Memorias se la debíamos al propio Peirats, el cual aceptó, a finales de los 80 y a
petición de la revista barcelonesa Anthropos,
escoger unos extractos de sus Memorias,
una selección que salió, poco después de la muerte de Peirats, en la colección
« Antologías temáticas » de esta revista [
ftn2' href="#_ftn2" name="_ftnref2" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[2]].
Desde entonces, depositado por su compañera, Gracia Ventura, en la Biblioteca
Arus de Barcelona, el manuscrito dormía en las estanterías de aquella noble
institución.
Muy
buena se nos antojaba pues la noticia de que, a los veinte años de la muerte de
Peirats, los historiadores Susana Tavera García y Gerard Pedret Otero
preparaban una edición de sus Memorias.
Por desgracia, visto el resultado [
href="#_ftn3" name="_ftnref3" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[3]],
hemos de confesar que nos esperábamos –¡y tanto que lo
esperábamos!– algo mucho mejor…
Para
evitar cualquier malentendido, puntualicemos de entrada que no tenemos la
intención de adentrarnos aquí en una reseña de las
normal'>Memorias de José Peirats. Para ello, esperaremos que salga,
redactada por la pluma de Chris Ealham [<a
style='mso-footnote-id:ftn4' href="#_ftn4" name="_ftnref4" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[4]],
su biografía anunciada, de la que todo augura que permitirá, en paralelo con
estas Memorias, un examen serio y
pormenorizado del trayecto militante y de la obra de historiador del autor de <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>La CNT en la Revolución española.
Dicho
lo dicho y a la espera de días mejores, nos vamos a interesar por la manera en
que esta edición truncada de las Memorias
de Peirats, llevada a cabo por el neomandarinato universitario,
desnaturaliza sus efectos y su alcance. Truncada, decimos, ya que la versión
abreviada que nos dan de dichas Memorias
Susana Tavera García y Gerard Pedret Otero contraviene al deseo expresado en
repetidas ocasiones por Peirats de autorizar la publicación de sus <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Memorias con la única condición de que
no fuesen amputadas, lo cual da a entender que, de vivir, se hubiera negado a
avalar este proyecto del mismo modo que se opuso, incluso en contra de la
opinión de algunos de sus allegados, a las veleidades depuratorias manifestadas
por el mundillo editorial de los años 1980. Con los muertos se juega con
ventaja, ya que se puede prescindir de su asentimiento.
Pero lo
peor por parte de los responsables de esta muy discutible empresa editorial es
sin lugar a dudas haberle confiado a su superior jerárquico –Enric
Ucelay-Da Cal– el encargo de producir, a modo de prólogo del libro, un
increíble alegato en contra del personaje y de las
normal'>Memorias que debía supuestamente presentar. Algo así como si se hubiera
invitado a José Visarionovich Djugachvili a dar un prefacio a <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Mi vida, de Trostki, o si el propio León
Davidovich Bronstein hubiera prologado la autobiografía de Majno.
Profesor
de historia contemporánea en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona,
Ucelay-Da Cal es un especialista de los nacionalismos y, más en concreto, del
nacionalismo catalán. Sin embargo, más allá de su campo de competencia, ese
hijo de la diáspora republicana vertiente middle
class, nacido en 1948, estudiante en Estados Unidos –de donde salió
diplomado por la prestigiosa Columbia University (Nueva York)–, se precia
asimismo de ser un experto en historia del movimiento obrero. Autor prolijo [<a
style='mso-footnote-id:ftn5' href="#_ftn5" name="_ftnref5" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[5]],<span
style='color:red'> Ucelay-Da Cal, a tono con la época, profesa una
concepción objetivista y razonable de la historia, supuestamente
desideologizada y desprovista de cualquier propósito militante. Bien es verdad
que, desde el punto de vista político, el maestro historiador –quien,
como muchos colegas suyos condecorados por el Alma Máter, escribe cuando y
cuanto le apetece en la prensa– no es ningún extremista acalorado: sería
más bien un esteta del mariposeo político. Puesto que lo más importante radica
en tener siempre la sartén por el mango social-liberal, nuestro experto navegó,
según soplaba el viento, en compañía de los amigos de José Montilla Aguilera,
el « socialista » presidente de la Generalitat de Cataluña, y los de
Artur Mas y de la Fundació Trías Fargas, sus opositores de
« derechas » [
name="_ftnref6" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[6]].
Esto dicho, la única ebriedad que embarga al personaje, es ser reconocido,
desde la « izquierda » como desde la « derecha », como
supremo representante de su casta, el Historiador por excelencia, puesto que Su
Altiva Majestad Ucelay-Da Cal está sobre todo pagado de sí mismo.
Harto
es sabido que a los historiadores siempre les ha costado mucho hacerse cargo de
las singularidades y del eclectismo del anarquismo obrero. Como si, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>de facto, aquel mundo no pudiera sino
escapar de las casillas explicativas de una disciplina exageradamente clasificadora
para entender la abundancia de su mundo imaginario y la pluralidad de las
prácticas culturales y de los modos de acción que lo acompañan. Además, largo
tiempo marxistas, en el sentido académico por
supuesto, la mayoría de los representantes más eminentes de la disciplina
–aquellos que publican y de los que se habla– acostumbraron a
manifestar, respecto al anarquismo obrero, una condescendencia muy propia de la
historiografía dominante. De ahí la acumulación de estereotipos producidos por
el Alma Máter sobre un tema que, por lo visto, le cuesta trabajo sacar del
tópico sabiamente repetido y metódicamente mantenido. Todavía hoy, el
anarquismo sigue siendo, para él, la expresión de un anacronismo, de una pasión
destructiva, de un idealismo sin contenido y/o de un autodidactismo
trasnochado. Huelga precisar que esa incomprensión universitaria es
evidentemente una oportunidad para el propio anarquismo: de esa forma escapa al
orden discursivo de la historia, aquella que baila al son que le tocan los funcionarios
del saber.
Ignoramos
si Ucelay-Da Cal fue marxista en tiempos de una juventud vagamente crítica que
la edad se habría encargado de aplacar [
href="#_ftn7" name="_ftnref7" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[7]],
pero el mismo título de su prólogo –« José Peirats, el autodidacta
como intelectual orgánico »– huele a antiguas influencias
gramscianas. Notemos, sin embargo, que el concepto de « intelectual
orgánico » –el cual, en el verdadero sentido del término, conviene a
los intelectuales orgánicamente supeditados al poder dominante, como el mismo
Ucelay-Da Cal– sirve más vulgarmente, aquí, a calificar a los
autodidactas promovidos al estatus de intelectual por su pertenencia a una
organización de masa, en este caso la CNT. Sin insistir en el método que
consiste en desviar un concepto definido para aplicarlo a una situación que no
le corresponde en absoluto, hay que poner de manifiesto una deficiente
comprensión de la relación –muy remota– que el anarquismo obrero
mantiene con los intelectuales para pensar que el estatus de « intelectual
orgánico » podía haber ejercido el más mínimo atractivo en unos
autodidactas libertarios más interesados en ser « amantes apasionados de
la cultura de sí mismos » (Pelloutier) que no adeptos de la promoción
social o política. Ya que es poco decir que practicaron con suma constancia
« le refus de parvenir [el negarse a medrar] » (Albert Thierry), que
fue otra particularidad –y no de las menores– del anarquismo obrero
y del sindicalismo revolucionario. Para decirlo claramente, su forma de ser los
situaba a años-luz del universo mental de Ucelay-Da Cal, intelectual orgánico
donde los haya.
Para el
historiador, del que pasaremos por alto voluntariamente las largas y pesadas
trivialidades sobre el apego de los libertarios al libro y a la cultura,
Peirats sería pues el ejemplo perfecto del autodidacta que habría logrado
hacerse un nombre, esto es salir de su condición de trabajador manual para entrar
en la categoría, orgánicamente envidiable,
de los trabajadores del pensamiento. Y si lo consiguió –o, para decirlo
al modo del historiador, si hizo carrera como « intelectual orgánico »–,
fue desde luego porque supo sacar provecho de sus talentos personales, pero
sobre todo porque supo entender el ser profundo, la naturaleza secreta y el
« cemento espiritual » (p. 62) del movimiento<span
style='color:blue'> libertario español al que pertenecía. Ya que,
moldeado y dominado por autodidactas, prosigue nuestro experto, manifestaba aquél
tan escasa autoestima que se hizo el portavoz constante de un furioso
« organicismo » (p. 62) que favorecía la promoción de sus
miembros más « tozudos » (p. 62),
« seleccionados por la lucha interna y el combate social »
(p. 62). En dicho terreno, concluye Ucelay-Da Cal, Peirats halló por
consiguiente su puesto de « intelectual orgánico » por antonomasia,
convirtiéndose en teórico de dicho « organicismo », una
« metáfora obsesiva » (p. 62) que servía a disimular la permanente
falta de profesionalidad de la organización anarcosindicalista. Y concluye como
sigue: nunca abandonó esa posición, fundada en la idea según la cual la solidez
organizativa constituía el principal tesoro de la CNT, al contrario de sus
tendencias al « optimismo revolucionario » y al « neo-nietzscheano
“triunfo de la voluntad” » (p. 63).
Aquí
conviene detenerse un momento en el enfoque metodológico reiterativo del
honorable profesor, que consiste en manejar, a la vez, la loa (aparente) y una
(auténtica) descalificación. De modo que se saluda al autodidactismo,
simultáneamente, como algo encomiable pero que favorecería a la vez un saber
bulímico y aproximativo. « En el país de los analfabetos, no duda en
escribir Ucelay-Da Cal, manda el autodidacta » (p. 47), condenando
para el caso a ese « self-made intelectual » (p. 51) a su
diminuta condición de teórico de baja estofa que sólo podía acoger el
movimiento libertario español, « medio tan heteróclito y falto de solidez
especulativa y analítica » (p. 51). Rezumando condescendencia por los
cuatro costados, lo demás va cortado por el mismo patrón: de Francisco Ferrer,
« antiguo revisor de trenes » (p. 50), puntualiza que su
autodidactismo pedagógico sirvió sobre todo para disimular « su pasado
insurreccional republicano » y « sus iniciativas terroristas »
(p. 50); de las prácticas de democracia directa de la CNT, no retiene sino
que producían oscuras recensiones de reuniones que sólo podían entender los
adeptos (autodidactas por fuerza) del lenguaje « en clave » (p. 33);de uno de los primeros textos del joven Peirats –
normal'>Lo que podría ser un cinema social (1935)–, hace escarnio del
« estilo muy propio del autodidacta [que ha] hecho bien los deberes »
(p. 53) [
title="">
baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[8]].
Y así sucesivamente… Página tras página, Ucelay-Da Cal destila su altivez de
poseedor del único saber que cuenta para él, aquel que confiere la
« formación académica » (p. 49). Y lo hace hasta tal punto que
su asperísima embestida debe entenderse primero como lo que es: el alegato <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>pro domo de un graduado de la <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>intelligentsia que odia ver a los
desharrapados aventurarse en su terreno propio como Pedro por su casa. La
continuación de su requisitoria lo va a probar con creces.
Visto
por Ucelay-Da Cal, el trayecto de Peirats se parece a la ascensión de un
Rastignac en alpargatas pasado, en unos pocos años, de ladrillero a periodista
en Solidaridad Obrera. Prueba, nos
dice, de que tuvo la inteligencia de comprender que el verdadero centro de
control y de decisión de ese « anti-partido movimental » (p. 56)
que fue, según él, la CNT, no se situaba, como se ha dicho a menudo, del lado
de la FAI, sino en el mismo corazón de la casa madre, dentro de los muros de su
órgano histórico, Solidaridad Obrera,
cuyas « funciones coordinadoras
[iban] mas allá de las usuales funciones de la “prensa de partido” »
(p. 57). Convencido de haber descubierto el Mediterráneo, Ucelay-Da Cal
insiste: allí es donde había que estar para formar parte de los seguros
« cuadros dirigentes » (p. 56) de un movimiento que
« aspiraba a ser todo el pueblo trabajador, en su más perfecto
conjunto » (p. 57). Y si se desea saber en nombre de qué y a partir
de qué fuentes adelanta semejante hipótesis, habrá que esperar sentado.
Ucelay-Da Cal no se preocupa en probar nada, bastan sus afirmaciones. Por lo
tanto, el asunto está muy claro: para elevarse fuera de la base y convertirse
en « intelectual orgánico », no había posición más envidiable que la
que consistía en ejercer su magisterio en el seno de
normal'>Solidaridad Obrera. Para él, la CNT, es algo así como el Alma Máter
de los pobres, un mundo despiadado donde la promoción de las élites depende de
su capacidad para hacerse cargo de los envites del poder y para ocupar <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>the right
place. Asumiendo el riesgo de dejar algunos cadáveres por el camino.
Por
eso, prosigue nuestro experto, la trayectoria de Peirats fue « más
contradictoria y menos lineal de lo que él siempre pretendió »<i
style='mso-bidi-font-style:normal'> (p. 42). Y detalla dicho trayecto:
opuesto a los « treintistas » –cuya lógica interna, afirma
perentorio, desembocaba por fuerza en la constitución de un partido
sindicalista (el de Pestaña)–, sostuvo a los « pistoleros
anarcosindicalistas » (p. 60) haciendo alianza, en 1931, con
« los “anarco-bolcheviques” […]
partidarios de Durruti y compañía » (p. 59) antes de convertirse, en
1933, con el grupo faísta del que formó parte (« Afinidad »), en uno
de los principales críticos del « insurreccionalismo
“anarco-bolchevique” » (p. 60). Lo cual no hizo de él un moderado,
afirma Ucelay-Da Cal, sino más bien un radical
normal'>sui generis, convencido de que « era mejor estar solo que mal
acompañado » (p. 61). Buenas pruebas de ello serían sus tendencias
depuradoras contra los « treintistas », pero también contra Francisco
Tomás, condenado en 1934 en un « juicio de honor » por no haber cumplido
debidamente con sus obligaciones durante la insurrección de diciembre de 1933
en L’Hospitalet –feudo de Peirats, puntualiza el historiador.
Hay que
ser, por lo visto, graduado en la Columbia University para escribir tantos
disparates sin temor a poner en peligro la propia fama. Recordemos pues a
Ucelay-Da Cal que muy pocos fueron los « treintistas » que se
adhirieron a la lógica de Ángel Pestaña, cuyo proyecto político no cuadraba con
la prístina inspiración del « treintismo », directamente heredada del
muy antipolítico sindicalismo de acción directa al modo francés, el de la CGT
de los orígenes. Y hablar de las supuestas alianzas, incluso circunstanciales y
provisionales, entre Peirats y García Oliver (antes que Durruti), supone no
entender ni papa de las profundas divergencias que los opusieron de forma
duradera, y que ambos expresaron sin la menor amenidad. Por muy anarquista que
fuera –y lo era a veces de forma exageradamente ortodoxa–, Peirats
se sentía evidentemente más cercano, en un plano ético, al sindicalista Peiró
que no al político García Oliver [
href="#_ftn9" name="_ftnref9" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[9]].
Por fin, convertir la expulsión del muy criticable y criticado Francisco Tomás
Facundo –expulsión que Peirats cuenta detalladamente y sin ningún reparo
en sus Memorias (pp. 237-238)–
en prueba de su vigor punitivo, eso está perfectamente fuera de lugar, sobre
todo cuando se sabe el papel de depurador auténtico que el célebre
« expulsado » desempeñó, como responsable cenetista de la policía
local de Lérida, durante la revolución española.
Por lo
demás, el ilustrísimo Ucelay-Da Cal se esfuerza sobre todo en cargar las
tintas, pese a incurrir en afirmaciones aproximativas o triviales, difamatorias
o grotescas. Al leerlo, descubrimos que la FAI, de la que se ignoraba que fuera
tan receptiva a los ecos del mundo exterior, habría sufrido la fuerte
influencia de Majno –calificado de « sponsorizador de la tesis de la
llamada “Plataforma Archinoff” » (p. 40). O que Emma Goldman, de la
que Peirats fue el biógrafo [
href="#_ftn10" name="_ftnref10" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[10]],
era, en realidad, nada menos que una « ácida matriarca libertaria » y
una « insufrible luchadora » cuya característica principal fue la
« obcecación doctrinal » (p. 81). O que el activismo
antirrepublicano de los libertarios « dio a la derecha insurreccional una
excusa para su rebelión militar » (p. 75), una opinión que difiere bien
poco de la de los revisionistas de cuatro cuartos de la calaña de Pío Moa, para
los cuales la Cruzada nacionalcatólica no fue, al fin y al cabo, sino una
reacción a la barbarie roja. Podemos leer, en fin, que « Durruti, García
Oliver y sus amigos “anarco-bolcheviques” » no habrían estado inspirados
más que por el deseo de hacer las cosas « mejor » (p. 39) y más
fuerte que los comunistas –cuya potencia era, como bien es sabido,
decisiva en la España de los años 1930 (o sea, según las estimaciones más
benévolas, unos 3.000 militantes en vísperas de la Guerra Civil). Y para
apuntalar un descubrimiento un tanto defectuoso a nivel local, el sutilísimo
analista afirma, bromas aparte, que los anarquistas no han hecho sino correr, en
todas partes, tras los comunistas: lanzando la AIT depués del Komintern, la SIA
después del Socorro Rojo y el ABC del
comunismo libertario de Berkman después
del ABC del comunismo de Bujarin.
Aquí es tan grande el despropósito que uno se pregunta si el catalanísimo
profesor no tendrá cierta inclinación en ahogar su
normal'>orxata con moscatel. De todas esas ocurrencias, tan lamentables
como enredadas, se colige, en todo caso, que, para el genio de la Pompeu Fabra,
a ese impresentable anarquismo sólo se le puede tratar con el mayor menosprecio.
De
la guerra al exilio, el hombre del « doble juego »
Muy en
contra de su inclinación natural, Ucelay-Da Cal no se explaya en demasía sobre
los años de guerra de Peirats. Su posición, nos dice, habría sido la de un
« irreductible » (p. 64) que jugaba, permanentemente, un
« juego ubicuo, doble » (p. 69). Opuesto a « los que
dominaban la FAI y […] controlaban los órganos superiores de la CNT (pero no
necesariamente las Federaciones locales) » (p. 68), Peirats no tuvo
otra alternativa, recalca, sino replegarse en unas Juventudes Libertarias
bastante « fragmentadas » (p. 68) para ofrecerle un espacio de
oposición a la línea general, un espacio que ocupó al tomar la dirección de <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Ruta, su órgano de expresión. Sin
embargo, da a entender el historiador, Peirats no fue nunca hasta el final de
su lógica opositora. Ni en Mayo del 37, ni cuando se pensó en él para
secretario de las JJ. LL. Asimismo, su integración, a finales de 1937, en
el Estado-Mayor de la 119 Brigada de la 26 División (ex columna Durruti),
cuando había sido uno de los ardientes opositores a la militarización de las
milicias, daría buena muestra, según el fino sabueso de la Universidad, de la
misma indecisión.
Una vez
más, Ucelay-Da Cal instruye a cargo y sin probar jamás ninguna de sus
hipótesis. Si Peirats, opositor declarado a la participación de la CNT en el
Gobierno central, decidió dedicar sus fuerzas a denunciar esa línea en las
columnas de Ruta, es que el periódico
al cual colaboraba hasta entonces –Acracia,
de Lérida– acababa de ser normalizado por las instancias de la CNT.
Si no aceptó acceder a un cargo directivo en las JJ. LL., es porque sabía
que las iban a meter, a ellas también, por el recto camino
« colaboracionista ». Si marcó las diferencias, en Mayo del 37, con
Jaime Balius y los « Amigos de Durruti », fue por desconfiar de su
posicionamiento político, que juzgaba demasiado bolchevizante. Si decidió, en
otoño, unirse a las filas de la 26 División, incluso militarizada, es que
pensaba que, al fin y al cabo, se sentiría en ella más a gusto con su
conciencia que no en una organización en vía de normalización ideológica. No
existe nada, pues, en ese trayecto de minoritario, que sea signo de un
« doble juego » cualquiera, a no ser que se considere que la única
solución, para él, hubiera sido saltarse la tapa de los sesos.
Pero,
como tratándose de Ucelay-Da Cal, lo peor siempre está por venir, toma aquí la
forma de la patada del burro –en el sentido propio como figurado: una vez
terminada la guerra, nos espeta, la identificación de Peirats « con la
línea perdedora en las “Jornadas de Mayo” » (p. 70) hallará su
natural salida en un « anticomunismo acérrimo » (p. 70),
posición que el antifascista y progresista Ucelay-Da Cal juzga « literalmente
inaguantable » (p. 70) en cuanto… los ejércitos alemanes invadieron
la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. Llegados a semejante nivel de
estupidez argumentaria, no queda más remedio que correr el telón de acero.
Ante
tal acumulación de mala fe, uno se pregunta, más de una vez, leyendo esa prosa
ampulosa, qué mosca habrá picado a nuestro excelso profesor para incurrir en
tal empresa de descalificación, dando pie tan fácilmente, por pura necedad, a
la crítica. Vayan por delante dos ejemplos más. El primero: Peirats, nos dice,
« tuvo [la] suerte » (p. 71) de que le enviaran al campo de Le
Vernet (Ariège), una observación por cierto bastante peregrina cuando se sabe, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>primo, que, visto que todos los
combatientes de la ex columna Durruti fueron internados allí, no podía ir a otro
sitio y, secundo, que Le Vernet era
un campo represivo particularmente reputado. El segundo: de su exilio en las
Américas (República Dominicana, Ecuador, Panamá y Venezuela), Ucelay retiene
que Peirats manifestó algun resabio « algo racista » (p. 72) respecto
a las poblaciones locales y, como prueba, cita un extracto de un libro
suyo [
title="">
baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[11]]<i
style='mso-bidi-font-style:normal'> que emite simplemente la opinión, en
definitiva bastante defendible, que la capacidad de resistencia del mestizo es
infinitamente superior, en medio hostil, a la del europeo. O sea que no da
siquiera para hacerle cosquillas a lo políticamente
correcto de nuestra época, tan normativa ella [
ftn12' href="#_ftn12" name="_ftnref12" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[12]].
Plato
fuerte de un prólogo que, por lo visto, sólo se ha escrito con ese propósito,
la treintena de páginas que Ucelay-Da Cal dedica a machacar la obra maestra de
Peirats constituyen un perfecto ejemplo del odio (de casta) que puede
apoderarse de un historiador condecorado cuando la gente de a pie se atreve a
ocupar su perímetro reservado. Ante tal falta de gusto, y como el <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>rabassaire armando el trabuco para
espantar al ladrón de manzanas, el único método que conoce es disparar.
El
enfoque adoptado por el historiador de turno consta de dos partes. La primera,
burguesamente clásica, pretende ser un recordatorio de los sacrosantos
principios de la objetividad: patrocinado y financiado por la CNT a principios
de los años 1950, el libro La CNT en la
Revolución española no podía ser, nos dice el experto, sino una crónica
–oficial o, por lo menos, oficiosa– de las hazañas de la organización
confederal. La causa está pues vista para sentencia en el primer considerando
del fiscal Ucelay-Da Cal: al tomarse por un historiador, Peirats, que no podía
pretender más que al título de « cronista » (p. 97), usurpó un
estatus que nadie le había concedido. Segunda parte de la requisitoria: si los
compromisos contraídos por Peirats ante una organización de la que era uno de
los responsables le impedían, de entrada, hacer obra de historiador, su
auto-institución como historiador era la buena manera de alcanzar el único
objetivo que la habría motivado: acceder al primer círculo de la excelencia
libertaria, la que sólo confiere el reconocimiento intelectual. Visto por
Ucelay-Da Cal, eso se dice así: promovido a historiador, el « <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>organization man » se convierte en
un « auténtico intelectual orgánico » (p. 78) [<a
style='mso-footnote-id:ftn13' href="#_ftn13" name="_ftnref13" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[13]].
Aquí,
conviene reconocerle al crítico de Peirats cierta habilidad en la perfidia
porque nadie podría negar que La CNT en
la Revolución española fue, en efecto, un libro de encargo de la CNT,
pobremente financiado por sus militantes. Pero no sólo es que uno se pregunta
quién fuera de la CNT podía haberlo editado, es que, puesto a ser objetivo, el
muy puntilloso Ucelay-Da Cal [
href="#_ftn14" name="_ftnref14" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[14]]
tenía que haber recordado que el asentimiento de Peirats a ese proyecto
editorial estaba supeditado al respeto escrupuloso de una única condición: su
estudio no debía ser objeto de ninguna interferencia « orgánica ». En
ese sentido, y muy al contrario de lo que sugiere Ucelay-Da Cal, no existe evidentemente
ningún punto común entre esa actitud y la que, entre 1967 y 1977, presidió
–bajo control de una comisión historiográfica dirigida por Dolores
Ibárruri, llamada La Pasionaria– la
publicación, en cuatro volúmenes, de Guerra
y revolución en España, 1936-1939, la historia –ésta sí que
oficial– del conflicto español visto por el PCE.
La CNT
en la Revolución española ha encontrado su puesto en la historiografía
dedicada a la guerra de España, es, nos dice, que el estudio de Peirats se
habría beneficiado de una coyuntura política favorable en relación con
« la desaparición de Stalin, en marzo de 1953 » y a la repentina
emergencia de « revelaciones sobre la brutalidad de la dictadura
comunista » (p. 77). Poco faltó para que acusara a Peirats de haberle
echado arsénico en el vodka del mismísimo Padrecito de los Pueblos. Y luego,
cabalgando la misma línea argumentaria, el genialísimo analista nos espeta lo siguiente:
en dicho contexto de decaimiento del comunismo internacional, el
« éxito » del libro –y, por consiguiente, el « triunfo
intelectual » (p. 77) de su autor– dependía en buena parte de
la apropiación que operó Peirats de la antigua retórica anti-estaliniana de
tradición poumista [
name="_ftnref15" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[15]],
y en particular la que desarrolló Julián Gorkín –del cual Ucelay-Da Cal
recuerda las relaciones con el Congreso para la Libertad de la Cultura–
« o sea la CIA estadounidense » (p. 80) [<a
style='mso-footnote-id:ftn16' href="#_ftn16" name="_ftnref16" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[16]].
Según el historiador, ese prestado temático, maquillado de rojo y negro, habría
tenido por principal ventaja « remozar [el] maltrecho edificio
ideológico-explicativo [libertario]» (p. 84), pero también el no tener que
ahondar en las contradicciones internas de un anarcosindicalismo muy dividido
sobre la conducta de la guerra y/o de la revolución. Dicho de otra manera, el
« anticomunista acérrimo » Peirats y sus comanditarios tenían todo
interés en echarles a la Union Soviética y a su apéndice comunista local la
culpa de la derrota.
Fiel a
esa dialéctica donde la (falsa) alabanza precede siempre la (verdadera)
calumnia, Ucelay-Da Cal le reconoce una cualidad a Peirats –la de haber
sabido manejar, en los márgenes, la crítica del « colectivo “orgánico” »
al que pertenecía (la CNT)–, pero es para puntualizar al momento que,
para ese fin, poseía, con respecto a otros, la indiscutible ventaja de no haber
sido, durante la guerra civil, « un protagonista de primera fila »
(p. 89). De haberlo sido, prosigue cínicamente, debía haberse contentado
con el papel de simple testigo sin acceder nunca a la notoriedad
historiográfica que fue la suya al convertirse en « paladín del
“libertarismo” frente a las falsedades historicistas » (p. 88). Y
todo lo demás por el estilo. No cabe duda, reconoce el historiador, de que <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>La CNT en la Revolución española contribuyó
a situar « la historiografía militante libertaria en la primera fila de
las nuevas olas de producción acerca de la contienda española »
(p. 90), las que despuntan a principios de los años 1960, pero precisa de
inmediato que ese éxito sólo podía ser provisional vista la abundante
producción académica de calidad publicada en aquel decenio. Y Ucelay-Da Cal,
que quiere probar que conoce el percal y desea ante todo poner al intruso
Peirats en su merecido puesto de cronista de tres al cuarto, anega al lector
bajo una acumulación de referencias bibliográficas acompañadas de comentarios
de los que podemos colegir que prefiere, y con mucho, Hugh Thomas a Burnett
Bolloten y al dúo Broué-Témime, pero sobre todo que profesa mucha admiración,
lo cual no deja de ser raro tratándose de él, a Gabriel Jackson, mandarín
notorio que un tal Noam Chomsky vapuleó en otros tiempos [<a
style='mso-footnote-id:ftn17' href="#_ftn17" name="_ftnref17" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[17]].
Para
Ucelay-Da Cal, fue precisamente el ataque de Chomsky contra Jackson lo que
salvó a Peirats del olvido al que tenían que haberle condenado los nuevos
trabajos historiográficos, en particular los de Jackson [<a
style='mso-footnote-id:ftn18' href="#_ftn18" name="_ftnref18" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[18]]
« ¡Qué gozada, escribe, debió ser para Peirats leerle! »<span
style='color:green'> Chomsky, esa « eminencia científica [que]
dominaba con comodidad todas las exigencias de la
normal'>bella maniera académica » y cuya prosa daba a entender, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>in fine, que « Peirats, el
autodidacta, tenía toda la razón » (p. 95).
normal'>A contrario, uno puede imaginar cual pudo ser la irritación del no
todavía diplomado Ucelay-Da Cal al leer, en 1969, los contundentes análisis
chomskianos sobre la « supeditación contrarrevolucionaria » del
mandarinato estalino-liberal [
href="#_ftn19" name="_ftnref19" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[19]]…
Una prueba: ahora que se ha vuelto una de sus principales figuras, sigue sin
haberlos digerido.
Pero
hay más: si la crítica chomskiana le sienta tan mal al profesor Ucelay-Da Cal,
es que le parece imperdonable que, en el seno de la élite tal como él la
concibe, alguien se pueda hacer, como ese « lingüista tan intensamente
ideologizado » (p. 94), el portavoz de la chusma. Hasta tal punto que
a nuestro profesor le parece casi la figura por excelencia de la traición. En
la visión que tiene de la historia Ucelay-Da-Cal (y también posiblemente en la
que tiene del mundo), a cada cual le corresponde un lugar determinado y a la
chusma su patio trasero. Si le reconoce a
Peirats el derecho de escribir un libro –y es que nuestro neomandarín no
deja de ser de lo más liberal–, no tenía, clama el autor del prefacio, el
de pretender jugar en el patio de los mayores, aquel por el que Ucelay-Da Cal,
convencido de su grandeza, transita a diario sin miedo a toparse con otros
proletarios que no sean aquellos que barren dicho patio. La historia, escribe
sin reír, pertenece a aquellos que tienen la
normal'>belle manière, esto es, esa mezcla sutil de saber y de estilo que
sólo otorgaría la pertenencia al mundo de la élite académica. Si hacer el
ridículo matara, Ucelay-Da Cal ya estaría tieso y su cenotafio, debidamente
mantenido por la servidumbre de la Generalitat y de la Pompeu Fabra, se habría
convertido en un lugar señalado de romería de la soberbia postmoderna.
>Uno se
atreve a imaginar que la defensa grotescamente corporatista de la historia
académica a la que se dedica Ucelay-Da Cal habrá incomodado un tanto a algunos
de sus colegas –tal vez los propios Susana Tavera García y Gerard Pedret
Otero, promotores de esta edición–, pero es de suponer que, en las
antecocinas del Alma Máter, cuando se trata de demarcarse de un mandamás, cada
cual se limita a cuchichear, como en las del Vaticano cuando prolifera la
pedofilia apostólica. El caso es que nadie, que sepamos, ni siquiera en los márgenes
de la Universidad, tuvo las agallas de decirle a Ucelay-Da Cal que, a fuerza de
defender en demasía a sus pares, la gente iba a terminar por creerse que eran
culpables, o por lo menos sospechosos, de algo [
ftn20' href="#_ftn20" name="_ftnref20" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[20]].
De donde se deduce que, entre dicha gente, el espíritu corporativo es
exactamente proporcional al pánico que les embarga cuando, al decir simplemente
lo que piensan, correría el mayor peligro su carrerrilla universitaria. Porque,
en realidad, se sabe que Ucelay-Da Cal pasa, entre unos cuantos expertos
universitarios del anarquismo, por un cantamañanas o un cínico. Y sin embargo,
como se lo tienen muy calladito, el tipo sigue tan campante. En otros tiempos,
incluso en la Columbia University, a eso se le llamaba el poder
mandarinal [
name="_ftnref21" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[21]].
Dicho
esto, y para volver a las valoraciones expresadas sobre el autor de <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>La CNT en la revolución española, no es
inútil precisar que la corporación de los historiadores no manifestó, ni mucho
menos, las mismas prevenciones o reticencias que Ucelay-Da Cal en cuanto a la
calidad histórica de sus trabajos. Así es como, en los años 1980, Julio
Arostegui, otra figura de la historiografía contemporánea, solicitó a Peirats
para que, en vista de « sus méritos científicos », integrara la
Sociedad de Estudios sobre la Guerra Civil y el Franquismo (SEGUEF). Asimismo,
y en la misma época, la Radio Televisión Española (RTVE) invitó a Peirats a
formar parte de un comité de expertos encargado de valorar el rigor científico
de una serie de documentales sobre la Guerra Civil que tenía por intención
difundir en sus cadenas, propuesta que no fue impugnada ni por Paul Preston ni
por los numerosos universitarios condecorados que integraron dicho comité.
Seamos
justos, Ucelay-Da Cal no abomina por igual de todos los libertarios. Por
ejemplo, a César M. Lorenzo, cuya tesis es exactamente contraria a la de
Peirats, se le alaba por su « obra muy trabajada »
(p. 96) [
name="_ftnref22" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[22]].
El complimento, bien es verdad,
sirve sobre todo para echarle en cara a Peirats el haber ignorado el trabajo de
Lorenzo cuando la reedición, en 1971, en Ruedo Ibérico, de
normal'>La CNT en la Revolución española, un argumento por lo menos especioso
cuando se sabe, por una parte, que Peirats redactó la introducción de dicha
reedición en 1969, el año de publicación del libro de Lorenzo, y que, por otra
parte, no dudó en decir todo el mal que pensaba del mencionado libro [<a
style='mso-footnote-id:ftn23' href="#_ftn23" name="_ftnref23" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage><span
style='mso-special-character:footnote'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[23]].
De hecho, al anarquismo de la chusma, Ucelay-Da Cal le prefiere, lo cual es su
derecho, el anarquismo de gobierno, línea que defendió Horacio M. Prieto, del
que Lorenzo se ha hecho, desde hace cuarenta años, el constante apologista.
Asimismo Ucelay-Da Cal juzga las Memorias
del muy político García Oliver [
href="#_ftn24" name="_ftnref24" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[24]]
infinitamente superiores a las del muy antipolítico Peirats, cosa que uno puede
admitir igualmente de buena gana. Lo que pasa es que, en un caso como en el
otro, las alabanzas que les dedica Ucelay-Da Cal a Lorenzo y a García Oliver
tienen una sola y única función: desacreditar al autor cuyas <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Memorias esta encargardo de presentar<i
style='mso-bidi-font-style:normal'>. Por lo demás, poco importan Lorenzo,
García Oliver o Peirats, ya que lo relevante, para Ucelay-Da Cal, es que,
contrariamente a las esperanzas conjuntas de estos tres autores, el anarquismo
obrero se haya hundido definitivamente, en los albores de la llamada Transición
democrática, en « la auto-parodia » (p. 108) y que la CNT no
haya levantado cabeza desde entonces.
Pero
cuando hubiera podido limitarse a una simple constatación, ese desliz hacia la
nada cobra, a través de la prolífica pluma de Ucelay-Da Cal, aspectos
auténticamente orgiásticos. Para él, al parecer, las causas de la
autodestrucción en pleno vuelo de la CNT serían múltiples: el desacrédito
provocado por una supuesta alianza financiera de la Confederación con el
catalanista Jordi Pujol para contrarrestar a los comunistas; la invasión de la
casa madre por una « melenuda juventud masculina » acompañada de sus
« amigas feministas » (p. 109); la « onda
“psicodélica” » (p. 109) desbordando la « Semana
Libertaria » de Barcelona cuando, en julio de 1977, el parque Güell se dio
aires de « Woodstock catalán » (p. 110); la progresiva influencia del
« homintern » (p. 110)<i
style='mso-bidi-font-style:normal'>, o sea de la homosexualidad militante
encarnada por el travestido Ocaña [
href="#_ftn25" name="_ftnref25" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[25]];y, ocasionalmente, « con o sin provocación policial » (p. 108),
el caso Scala [
name="_ftnref26" title=""><span
style='vertical-align:baseline'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
FR;mso-bidi-language:AR-SA;vertical-align:baseline'>[26]].
El hecho es que, añade el histriónico observador de esa gozosa descomposición,
Peirats, quien era « hombre chapado a la antigua » (p. 111), no
podía reconocerse en esa CNT new style y prefirió,
como García Oliver, « auto-excluirse » de ella (p. 109). Esa
forma de no retener sino los aspectos espectaculares de una época que vio, en
efecto, la CNT, reconstruida en un tiempo récord, perder en cinco años la mayor
parte de sus fuerzas en sus luchas intestinas, resume bastante bien el enfoque
primariamente descalificante de Ucelay-Da Cal. La verdad es que, por muy duros
que fueran los debates que agitaron a la CNT, merecían otro trato que la
caricatura que les dedica el autor. Y, por mucho que diga éste, Peirats no se
excluyó en absoluto de aquellos debates. Muy al contrario, los siguió de cerca
y participó en ellos, por lo menos hasta la ruptura de 1979, fecha a partir de
la cual decidió, bien es cierto, mantenerse al margen. Limitar los términos de
un debate en que se enfrentaron varias visiones de la CNT –sindicalista <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>stricto sensu, anarcosindicalista,
anarquista y movimientista, para decirlo en pocas palabras– a su única
dimensión generacional, es, in fine, dar muestras de una evidente incapacidad intelectual en ver mas allá de la
espuma de los acontecimientos. En cuanto a recordar los términos del consenso
que unificó, en aquellos tiempos de transacción, a la izquierda institutional –política
y sindical–, a los postfranquistas y a los representantes del capital
para aniquilar cualquier perspectiva de desarrollo de un polo radical de
impugnación del sistema, de eso Ucelay-Da Cal se guarda muy mucho. Más le vale,
en efecto, hacer pasar la CNT por un manicomio –lo cual era también, por
cierto– antes que examinar, a fuer de historiador, las múltiples
connivencias que contribuyeron, incluso dentro de ella, a su marginalización.
« Sin
duda, Peirats logró ser un intelectual y
superó con creces su origen de autodidacta, concluye
el autor de este prólogo con sabor a
requisitoria, pero al final descubrió que el reconocimiento otorgado a los
“trabajadores del intelecto” en España era y es escaso, cuando no más bien
despreciativo. » (p. 112). Detrás de esa enrevesada fórmula, muy
significativa de la pobre prosa de Ucelay-Da Cal, está muy claro que ese
« desprecio » que atribuye a España entera, él mismo lo ha estando
manejando a lo largo de unas cien páginas.
Queda en el aire una pregunta: ¿por qué demonios
Ucelay-Da Cal, que podemos suponer ocupadísimo en destilar su infinita ciencia
en los lugares del saber asalariado, ha dedicado tanta energía en presentar tan
profusamente la obra autobiográfica de un personaje que le resulta a todas
luces insoportable? Lo inédito del caso, en efecto, no es tanto la aversión del
mandamás –una aversión a la que podía haber dado libre curso, en forma de
recensión, en una de las numerosas publicaciones académicas en las que
colabora– como su empeño en rematar a un muerto en las páginas de
presentación de un libro que no va firmado con su nombre sino con el de su
víctima. Así que no nos parece exagerado decir que ese parangón de objetividad
académica acaba de inventar un nuevo método de ejecución intelectual, método tanto
menos arriesgado cuanto que, como bien es sabido, los muertos no tienen derecho
a responder. Por esa misma razón hemos deseado responder nosotros a esa
infamia.
Freddy Gómez
Garamond'>Traducido del francés por Miguel
Chueca
<a
style='mso-footnote-id:ftn1' href="#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[1]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Peirats, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>La CNT en la Revolución española, tres
volúmenes, Toulouse, Ed. CNT, 1951-1953 reed. París, Ruedo Ibérico,
1971. Sobre Peirats, remitimos al lector a la entrevista publicada en <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>José Peirats, introducción de Freddy
Gómez, « Cuadernos de historia oral n° 1 », Fundación Salvador Seguí,
Madrid, s.f.
<a
style='mso-footnote-id:ftn2' href="#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[2]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Peirats Valls, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Una experiencia histórica del pensamiento
libertario. Memorias y selección de artículos breves, Barcelona, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Anthropos, « Antologías
temáticas », n° 18, enero de 1990, 160 p.<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Times New Roman"'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn3' href="#_ftnref3" name="_ftn3" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[3]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Peirats Valls, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>De mi paso por la vida (Memorias), selección,
edición y notas: Susana Tavera García y Gerard Pedret Otero, prólogo: Enric
Ucelay-Da Cal, Barcelona, Flor de Viento Ed., 2009, 784 p.
<a
style='mso-footnote-id:ftn4' href="#_ftnref4" name="_ftn4" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[4]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> El historiador Chris
Ealham se encargó, en particular, de la edición inglesa de la obra maestra de
Peirats, de la que fue el traductor, en colaboración con Paul Sharkey –<i
style='mso-bidi-font-style:normal'>The CNT in the Spanish Revolution, tres
volúmenes, Christie Books, Hastings. Es autor, por otra parte, del excelente
libro La lucha por Barcelona. Clase,
cultura y conflicto 1898-1937 –Madrid, Alianza Editorial,
2005–, obra reseñada en el n° 25, enero de 2007, de <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>À contretemps, p. 14.
<a
style='mso-footnote-id:ftn5' href="#_ftnref5" name="_ftn5" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[5]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Citemos, entre sus obras
más conocidas, La Catalunya populista (1982)
y El imperialismo catalán (2003).
Sobre el movimiento libertario español, un tema que suele tratar de consuno con
Susana Tavera García –del que esta última es en principio una
especialista–, citaremos un estudio, firmado por ambos: « Grupos de
afinidad, disciplina bélica y periodismo libertario, 1936-1938 », <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Historia contemporánea, n° 9, 1993,
pp. 167-192.
<a
style='mso-footnote-id:ftn6' href="#_ftnref6" name="_ftn6" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[6]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Montilla Aguilera
es el actual presidente del Gobierno autonómico de Cataluña, la Generalitat. Miembro
del Partido Socialista Catalán (PSC), ejerce dicha función desde 2008. Su
principal oponente institucional de centro derecho es el catalanista Artur Mas,
secretario general de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), ex
feudatario de Jordi Pujol, inamovible presidente de la Generalitat entre 1980 y
2003. La Fundació Trías Fargas –del nombre del economista liberal Ramón
Trías i Fargas (1922-1989)– es un think
tank local con vocación cultural. Retribuido por la Pompeu Fabra, que
depende ampliamente de la generosidad de la Generalitat de Cataluña, es fácil
entender que Ucelay-Da Cal le ponga una vela a Dios y otra al diablo: nadie
sabe lo que puede depararnos el porvenir.
<a
style='mso-footnote-id:ftn7' href="#_ftnref7" name="_ftn7" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[7]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Sobre el particular,
Ucelay-Da Cal se limita a notar que la única entrevista que mantuvo, en 1986,
con Peirats, no suscitó, por parte del anarquista, ningún movimiento de
simpatía hacia él. Para aquél, puntualiza, « yo venía de la <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>pijería marxista y académica »
(p. 101). Está claro que Peirats, que no comulgaba con ruedas de molino,
sabía juzgar a la gente a las primeras de cambio.
8.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Times New Roman"'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn8' href="#_ftnref8" name="_ftn8" title=""><span
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10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[8]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Se notará que la
voluntad de descalificación de Ucelay-Da Cal es tal que rellena
sistemáticamente las citas de Peirats de unos « sic » zumbones,
acompañados, de vez en cuando, de vengativos comentarios entre corchetes,
método que no se suponía utilizado entre los historiadores diplomados.
<a
style='mso-footnote-id:ftn9' href="#_ftnref9" name="_ftn9" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[9]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Lo cual admite
Ucelay-Da Cal al notar que Peirats sintió mucho gusto en conocer personalmente
a Juan Peiró con ocasión de un mitin celebrado en Mataró, en el verano de 1937,
o sea en el momento más intenso de la lucha interna entre
« anticolaboracionistas » y « circunstancialistas ».
« Las interacciones personales, indica, siempre eran más complejas y
contradictorias en el mundo ácrata » (p. 69), lo cual es, al fin y al
cabo, una forma de reconocer que no tenían porqué corresponderse, como entre
los marxistas, con las líneas de división política interna.
<a
style='mso-footnote-id:ftn10' href="#_ftnref10" name="_ftn10" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[10]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Peirats, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Emma Goldman, anarquista de ambos mundos, Madrid,
Campo Abierto, 1978 [reed. : Emma
Goldman, una mujer en la tormenta del siglo, Barcelona, Laia, 1983].<span
style='font-size:8.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Times New Roman"'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn11' href="#_ftnref11" name="_ftn11" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[11]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Peirats, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Estampas del Exilio en América, Paris,
CNT, s. f. [1951], pp. 72-73.
<a
style='mso-footnote-id:ftn12' href="#_ftnref12" name="_ftn12" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[12]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Precisaremos, a modo de
anécdota, que lo políticamente correcto puede
tener también una variante lingüística.
Así es como Ucelay-Da Cal nota que « los preparadores de este volumen no
han podido encontrar un solo texto suyo escrito en catalán » (p. 23),
lo cual indicaría que hubiera estado en adecuación con la ideología linguïstica
dominante de su época: el españolismo. La deducción es tanto más curiosa cuanto
que Peirats, que nunca ocultó su inquina por los nacionalistas catalanes,
practicaba a diario su lengua vernácula, incluso en su correspondencia
–depositada en el IISG (Amsterdam). En cuanto a publicar en castellano,
como la mayor parte de los autores libertarios catalanes de su época, la causa
es, muy sencillamente, que esa lengua vehicular aseguraba a sus escritos una
difusión más amplia.
10.0pt;font-family:"Times New Roman"'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn13' href="#_ftnref13" name="_ftn13" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[13]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Ucelay-Da Cal no duda
en afirmar que la adquisición de dicho estatus de intelectual tuvo por primer
efecto ventajoso para Peirats desencadenar, a favor suyo, una campaña de
solidaridad de sus pares en intelectualidad –entre ellos el
« gran » Camus– cuando le detuvieron en Lyon, en febrero de
1951, como secretario de la CNT. En realidad, dicha campaña concernía no sólo a
Peirats sino también a Pedro Mateu y a José Pascual, que no eran
« intelectuales » para nada: no fue sino una de las muchas
manifestaciones de solidaridad con los libertarios españoles, de las que Camus
fue, bien es cierto, el incansable artífice –véase Freddy Gomez,
« Fraternité des combats, fidélité des solitudes : Camus et <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Solidaridad Obrera »<i
style='mso-bidi-font-style:normal'>, in Lou Marin,
normal'>Albert Camus et les libertaires, Marseille, Égrégores Éditions,
2008, pp. 325-342. Pero eso le trae sin cuidado al muy objetivo Ucelay-Da
Cal. Sólo le importa la conclusión, verdaderamente abyecta, de su demostración:
« Las autoridades galas siempre han sido muy sensibles a la literatura, y
un “terrorista” devenido autor es de inmediato un intelecual a proteger con
todas las de la ley » (p. 76).
<a
style='mso-footnote-id:ftn14' href="#_ftnref14" name="_ftn14" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[14]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Apuntaremos que Enric
Ucelay-Da Cal, que no gusta de libros de « encargo » cuando son de la
CNT, fue él también solicitado, patrocinado y financiado por las instituciones
catalanas en dos obras suyas por lo menos: Francesc
Macía: una vida en imatges, Barcelona, Departament de la Presidencia, 1984,
y, con Francesc i Llussá, Macía i el seu
temps, Barcelona, Diputació, D. L., 1985.
8.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Times New Roman"'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn15' href="#_ftnref15" name="_ftn15" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[15]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Fondo temático con el
cual Ucelay-Da Cal relaciona a George Orwell, « fino estilista »,
pero « “socialista revolucionario” despistado » (p. 83).<span
style='color:green'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn16' href="#_ftnref16" name="_ftn16" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[16]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Recordemos, para todos
los efectos, lo cual no hace Ucelay-Da Cal, que, en la época en que Julián
Gorkín [Julián Gómez García (1901-1987)] trabajaba, como otros muchos
militantes internacionalistas antiestalinianos, para una u otra de las
numerosas publicaciones del Congreso para la Libertad de la Cultura –C<i
style='mso-bidi-font-style:normal'>uadernos, en este caso–, se
pensaba que las actividades del Congreso eran financiadas por unas fundaciones
culturales norteamericanas. La participación –oculta– de la CIA a
dicha financiación no fue revelada sino en los años 1970.
<a
style='mso-footnote-id:ftn17' href="#_ftnref17" name="_ftn17" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[17]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Hugh Thomas, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>The Spanish Civil War, 1961 ;Burnett Bolloten, The Grand Camouflage, 1961 ;Pierre Broué et Émile Témime, La Guerre
civile et la révolution en Espagne, 1961 Gabriel Jackson, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>The Spanish Republic and the Civil War, 1965 ;Noam Chomsky, « Objectivity and Liberal Scholarship », <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>in :
normal'>American Power and the New Mandarins, 1969. Notemos, por otra
parte, que, a través de la matizada pluma de Ucelay-Da Cal, Bolloten se
convierte en « obsesivo » (p. 93) del anticomunismo, Broué y Témime
en especialistas de « la narración turbia » (p. 94) y Noam Chomsky en
un demagogo « muy corto de luces » (p. 94). Además de los
autores aludidos, Ucelay-Da Cal cita las obras de Stanley G. Paine, de Grandizo
Munis (Manuel Fernández Grandizo) y de Carlos Rama –al que juzga
demasiado « académico», una valoración bastante divertida por venir de
quien viene, pero sobre todo con demasiadas simpatías para con los libertarios.<span
style='font-size:8.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Times New Roman"'>
<a
style='mso-footnote-id:ftn18' href="#_ftnref18" name="_ftn18" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[18]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Por lo que se refiere
al anarquismo español, Ucelay-Da Cal indica que la publicación, en 1973, del
libro de John S. Brademas –Anarcosindicalismo
y revolución en España (1930-1937)– ha marcado el nacimiento de un
movimiento de reapropiación de esa temática, abandonada hasta entonces a unos
« aficionados », por « jovenes historiadores académicos»
(pp. 103-104). Lástima que el académico historiador Brademas haya optado,
al final, por hacer carrera –como representante del Partido Demócrata–
en la política antes que en la historia. Por otra parte, omite señalar
Ucelay-Da Cal que la ola posterior al 68 surtió algunos efectos en ese
redescubrimiento universitario del anarquismo y que este súbito interés no
indujo una ruptura tan nítida como lo pretende entre historia « académica »
e historia « militante », la una alimentando a la otra muy a menudo y
vice versa.
<a
style='mso-footnote-id:ftn19' href="#_ftnref19" name="_ftn19" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[19]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Sobre el tema,
remitimos al lector al artículo de José Fergo, publicado en el n° 32,
octubre de 2008, de À contretemps, pp. 8-10 :
« Mai 37 et l’Alma Mater : du néo-mandarinat stalino-libéral ».
<a
style='mso-footnote-id:ftn20' href="#_ftnref20" name="_ftn20" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[20]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Ucelay-Da Cal, que no
repara en nada a la hora de defender el honor de su corporación, va hasta lavarla,
en bloque, de cualquier sospecha de adhesión al dispositivo ideológico, todavía
operativo, instaurado por la Transición democrática. De creerlo, en efecto,
« la historiografía académica […], profesional, universitaria »
(p. 103) habría jugado entonces plenamente su papel de descubridora de la
verdad al oponer su infinito rigor a una diarreica producción de testimonios militantes,
cuya acumulación, dice, terminó por saturar el mercado de la memoria. Dichas
afirmaciones omiten que, en aquellos años de la Transición, los profesionales
más prestigiosos del Alma Máter se atuvieron globalmente a la misión
democrática que les encomendó la ideología dominante a la que adherían: reducir
la historia de la Guerra Civil a un conflicto clásico entre fascismo y
democracia, edulcorando su dimensión social de guerra de clases. Sobre el
particular, me permito remitir al lector a mi artículo: « Guerre
civile : les soubresauts d’une histoire sans fin », <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>À contretemps, n° 25, pp. 3-6.
<a
style='mso-footnote-id:ftn21' href="#_ftnref21" name="_ftn21" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[21]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> Mucho más inexplicable,
en cambio, se nos antoja el pesado silencio que observó la prensa libertaria
española, en su totalidad, sobre este bochornoso prólogo. Se imponen al
respecto dos hipótesis: o los anarquistas de España han dejado de leer, lo cual
indicaría que están en consonancia con su época; o han bajado la guardia
definitivamente, lo cual probaría que Ucelay-Da Cal hace bien en despreciarles.
<a
style='mso-footnote-id:ftn22' href="#_ftnref22" name="_ftn22" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[22]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> César M. Lorenzo, <i
style='mso-bidi-font-style:normal'>Le Mouvement anarchiste en Espagne. Pouvoir
et révolution sociale, Les Éditions libertaires, 2006. El lector puede
remitirse a la recensión que José Fergo hizo de dicho libro en el n° 25,
de À contretemps, enero de 2007:
« De la guerre sociale à la guerre civile, trajectoires et mutations de
l’anarchisme espagnol », pp. 7-9.
<a
style='mso-footnote-id:ftn23' href="#_ftnref23" name="_ftn23" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[23]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> José Peirats,
« Los anarquistas y el poder », Frente
Libertario, n° 1, septiembre de 1970.
<a
style='mso-footnote-id:ftn24' href="#_ftnref24" name="_ftn24" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[24]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> A propósito de las
Memorias de Juan García Oliver, El Eco de
los pasos, haremos observar que Ucelay da a entender, muy elegantemente,
que su editor, José Martínez Guerricabeitia, quien fue asimismo el de Peirats,
habría apostado por dicha obra para « lanzar » Ruedo Ibérico en el
mercado español tras la muerte de Franco. Y, chismoso a más no poder, añade:
« No lo fue y hay quien asegura que Martínez no murió sino que se
suicidió, de pura depresión » (p. 89). Deprimido, quizás, pero
¿porqué? ¿Porque el « García Oliver » no fue un best-seller o por
estar asqueado por el espectáculo de una época en la que ya proliferaba la mediocridad
democrática e intelectual? Sobre Ruedo Ibérico y
José Martínez, remito al lector al n° 3 de
normal'>À contretemps, junio de 2001, dedicado por entero al tema.
<a
style='mso-footnote-id:ftn25' href="#_ftnref25" name="_ftn25" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
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10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[25]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> El travestido José
Pérez Ocaña (1947-1983), pintor « naïf », fue un activista de la
causa homosexual que, en aquella época del destape
y merced a la película de Ventura Pons, Ocaña,
retrato intermitente (1978), alcanzó cierta notoriedad.
<a
style='mso-footnote-id:ftn26' href="#_ftnref26" name="_ftn26" title=""><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt'><span
class=Caractredenotedebasdepage>
10.0pt;font-family:Garamond;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-ansi-language:FR;mso-fareast-language:
#00FF;mso-bidi-language:AR-SA'>[26]<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'> El 15 de enero de 1978,
mientras la CNT había llamado, en Barcelona, a una manifestación de masas
contre el pacto de paz social llamado de La Moncloa, explotó una bomba en el
Teatro Scala, atentado que la policia achacó de inmediato a los anarquistas y
que tuvo por efecto principal criminalizar también a la CNT.<span
style='font-size:9.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:Palatino'>