Mintz, Frank
Historia de las agitaciones campesinas andaluzas-Córdoba (Antecedentes para una reforma agraria) de Juan DÍAZ DEL MORAL
Población. Población y despoblaciónAndalucía (España)MINTZ, Frank (1941-....) ; pseud. Martin ZEMLIAK, Israël RENOVLibro listo para la edición en 1923 y editado en 1928; reed. en Alianza a partir de 1967, texto que se utiliza)
El título completo y las dos fechas de redacción y edición explican gran parte de la orientación del libro. El autor, notario de Bujalance (uno de los focos anarquista de la provincia de Córdoba) y con propensión a la ilustración como Jovellanos, quiere brindar un estudio serio a los reformadores de fondo de la sociedad española, como Giner de los Ríos en memoria de quien dedica el libro. Imagina para el futuro
"un día en que el mundo del trabajo muscular, purgado de su exclusivismo, de su estrecha visión (...) escalará definitivamente los planos superiores de la vida, conviviendo con otros sectores del trabajo, no menos respetables, en una sociedad más justa y de mayor bienestar,de la que , por fortuna para la especie humana, no desaparecerán las desigualdades, sino que el talento y la virtud sustituirán a otras actividades menos legítimas en la función creadora de las jerarquías sociales." (Prólogo, p.20)
Por tanto, dos niveles de lectura se destacan. Por un lado, la aportación de datos imprescindibles para la comprensión de los años 20 en Andalucía, pero de hecho en gran parte válidos para la Península. Por otro, una visión penetrante de la esencia del anarquismo español,
"pensé que era en mí un deber estricto aportar a la cultura nacional los conocimientos del movimiento obrero que mis lecturas y la observación directa de los hechos me habían suministrado" (Prólogo p.19).
Pese a la condición social y las ideas políticas del autor, su análisis resulta tan denso que lo podemos aceptar en gran parte y tan interesante que ha sido copiado y popularizado bajo la pluma del historiador inglés Gerald Brenan.
Para contrastar el movimiento libertario, Díaz del Moral evoca en menos de una página la tendencia paralela :
"El partido socialista, fundado secretamente el 1878, fue siempre en aumento merced a la acción tenaz de sus directores; pero su marcha se resintió de una lentitud extraordinaria y jamás, durante el siglo, logró despertar el entusiasmo ni arrastrar a las muchedumbres. Todo en él contrariaba la contextura espiritual de las masas de los asalariados. Su centralismo, su disciplina severa, su evolucionismo templado, enemigo de estridencias y algaradas, su fe en la acción política electoral, su tipo de iglesia cerrada con director vitalicio y rígidas doctrinas, casi esotéricas, cuya pureza mantenía celosamente su inflexible pontífice; su tácita enemistad contra los intelectuales rechazados más de una vez por el hosco ambiente del partido; el exiguo desarrollo de la industria nacional; lo escaso de la propaganda, ni muy extensa ni muy fervorosa, todo contribuía al débil crecimiento de esta fuerza obrera." (p.121)
Y el autor recalca su afirmación en una nota :
"Con notorio desacierto se ha inculpado al anarquismo por sus tremendos errores de táctica. Aparte del terrorismo y la acción individual, que constituyen su baldón, ¿hubiera sido eficaz en Andalucía otra cualquiera? ¿Qué otra escuela social hubiera logrado movilizar en tan breve tiempo, las grandes masas de asalariados, en esta raza imaginativa e inculta, cuya apatía no cede sino a resortes de entusiasmo? Las voces socialistas, secas y frías, a mil leguas del corazón de los trabajadores, hubieran tardado un siglo en despertar a los dormidos. El republicanismo había gastado rápidamente sus mitos. Sólo una doctrina de tipo religioso y utópico, con sus numerosos y fervientes apóstoles, con su ardiente y copiosísima predicación, con su impulsivo sectarismo, con su entusiasmo delirante, con sus enseñanzas ingenuas, primitivas, simplísimas, tan cerca, por eso, de la sensibilidad y del entendimiento de las masas andaluzas, tan conformes con su contextura psíquica y con sus latentes anhelos, tenía virtud bastante para operar el milagro." (p.447-448)
Y Díaz del Moral alude a una fase, según él, superior para el movimiento obrero. Es necesaria aquí una observación : que hubo ingenuidad, por ejemplo, entre los anarcosindicalistas sobre la posibilidad de vencer por la fuerza el capitalismo español, es evidente. Pero no veo personalmente (ya con más de 50 años de edad) qué otro sistema socioecómico puede brindar soluciones para suprimir la explotación social y las tendencias deletéreas jerárquicas de los grupos de individuos con poderes decisorios.
Díaz del Moral pone de manifiesto una serie de rasgos que es ineludible citar.
"Para el anarquismo, el problema social es un problema de conocimiento: en épocas de lucha, y en los sectores medios al menos , se piensa, como Sócrates, que es imposible conocer el bien y no practicarlo, que el mal proviene del error; sólo ignorando las doctrinas ácratas se puede adoptar una posición indiferente o contraria a ellas. De aquí su fervor propagandista y su confianza absoluta en la eficacia de la palabra. Ni los socialistas, ni los republicanos, ni ningún partido de los que aspiran a la conquista del alma popular puede compararse en este aspecto a los anarquistas. A principios del siglo se editaron en español casi todas las obras de los más reputados inspiradores de la escuela; abundantes folletos traducidos u originales de militantes indígenas difundieron profusamente las enseñanzas libertarias; la prensa ácrata llegó a los más apartados rincones de España ; numerosos agitadores, animados de ardiente sectarismo, recorrían ciudades, villas y aldeas predicando la buena nueva" (p.170-171). "Por otra parte, su enseñanza y sus propagandas están matizadas de ordinario por temas moralizadores. El respeto a la mujer y la igualdad de los sexos en el hogar y en la sociedad, el amor a la naturaleza y a la cultura, la lucha contra el alcoholismo, el tabaco y el juego de azar son motivos constantes de sus artículos periodísticos y de las peroratas de sus mítines. Finalmente, el ácrata ibero acoge con fervor y alía estrechamente a su credo todas las corrientes sociales marcadas por el sello de la novedad." (p.182)
Y también, a próposito de una huelga de jornaleros andaluces en 1919 :
"el anhelo vehemente de aprender invadió a las masas como en 1903. Se leía incesantemente : de noche en los caseríos, de día en la besana; durante los descansos (cigarros) se observaba siempre el mismo espectáculo un obrero leyendo y los demás escuchando con gran atención. Un periódico era el regalo más agradecido que podía hacerse a un obrero que estuviera de varada. Con la comida llevaban los jornaleros en las alforjas algún folleto o algún periódico. En cualquiera de los pueblos sindicalistas se recibían muchas centenas de ejemplares de la Prensa de sus ideas, que compraban hasta algunos que no sabían leer." (p.285-286)
Personalmente, creo que esta insistencia en la propaganda y en la lectura crítica de la misma permitió la formación de capas, de generaciones (cada diez años aproximadamente) de militantes audaces, empapados de páginas de Malatesta, Kropotkin y Bakunin, al tanto de la represión capitalista de la Comuna de París y de la represión marxista leninista del anarquismo soviético, capaces de construir y realizar sus ideas, como lo hicieron con el comunismo libertario. Para esta suerte de militantes no creo que Díaz del Moral tenía razón en su observación sobre la confianza absoluta en la eficacia de la palabra. En cambio, para otros militantes el efecto verbal era lo esencial y Pestaña, Peiró, García Oliver y Durruti, por ejemplo, comprobaron cómo un discurso audaz podía engañar oyentes ingenuos y cayeron -no pocas veces- en maniobras de bastidores para presionar la masa confederal. Quizá hubiera sido más atinado confiar en la meditación sobre la palabra y las tácticas, y no caer en estúpidas discrepancias sobre faísmo y treintismo...pero faltaba una asimilación del mensaje de Anselmo Lorenzo.
Otro alarde del autor es reconocer :
"Pero la proyección más intensa y más interesante del anarquismo peninsular es hacia el continente americano; no existe, probablemente, sector ninguno de la sociedad española que sostenga relaciones más extensas y más cordiales con los hombres del Nuevo Continente; el movimiento obrero es, con toda probabilidad, uno de los lazos espirituales más consistentes entre Iberia y sus naciones filiales. Es una impropiedad hablar del anarquismo español : España constituye sólo una provincia del amplio movimiento libertario de Iberoamérica" (p.179-180).
Forzoso es admitir que no queda casi nada de lo evocado, por la mengua drástica de ambos movimientos de cada lado del Atlántico. Pero la corriente internacionalista existió, hasta el extremo de que la FAI se llamó así para incluir a Portugal.
Finalmente,así evoca el autor al militante anarcosindicalista :
"El obrero consciente suele ser hombre de entendimiento despejado y de palabra fácil. Tiene abundante lecturas de la literatura anarquista, Prensa y folleto principalmente; le son familiares los nombres de sus correligionarios más distinguidos, especialmente los españoles y americanos; no es raro el que ha leído algún resumen de ciencias naturales, de historia o geografía de los publicados por la Escuela Moderna; leen también periódicos burgueses de matiz liberal y novelas y dramas románticos. De la doctrina socialista y de sus defensores sólo conocen el nombre de Marx, para execrarlo. Los demás elementos de la cultura general les son completamente extraños; escriben como los campesinos a cuya clase pertenecen el 98 por 100 de ellos. Algunos intentan abandonar el dialecto y pronunciar en castellano, tal como se escriben las palabras. Tan modesto bagaje les autoriza, en cierto modo, a creerse muy superiores a las masas, cuya inconsciencia e incultura, objeto de sus desdenes, engendran el desaliento, tan frecuente en los que han sufrido etapas de decadencia. También se reputan superiores en instrucción a sus patronos; y no puede negarse que, respecto a buena parte de ellos, tal opinión es exacta. En los obreros conscientes existe al menos un sincero interés por la cultura, como palanca de la revolución, y un noble afán de aprender; y con la corriente anti-intelectualista coexiste otra de admiración al trabajo intelectual y de respeto para quienes a él se dedican. El obrero consciente, como los discípulos madrileños de Fanelli, se cree en posesión de la verdad absoluta, evidente e irrefutable, que está siempre dispuesto a discutir contra todos, sea cualquiera la categoría cultural del contrincante." (p.222)
La posesión de la verdad absoluta alude a fanáticos -como lo fueron gran parte de los comunistas europeos de los años 30 a 50, tragándose los muchísimos sapos de la propaganda soviética elaborada por Lenin y Stalin-. Los anarquistas y anarcosindicalistas no se dejaron engañar por las propias sirenas libertarias : Peiró, en 1929 en Sindicalismo y anarquismo subrayaba :
"admitamos también que la Confederación Nacional del Trabajo se erige en centro de relaciones económico-industriales y en regulador de las condiciones de convivencia social, y en este caso será una democracia económico-industrial-agrícola, nos encontraremos otra vez ante el Estado sin atenuantes de ninguna clase (...). "
Isaac Puente presentaba el comunismo libertario como una organizacón económica que probar y corregir sobre la marcha. La misma creencia en el control de la base, y una estructura de comités de abajo arriba implica las críticas y una flexibilidad social. Díaz del Moral, por su condición y su ideario social, no pudo calar íntimamente en el anarquismo, pero intuyó mucho.
Frank MINTZ